¿De qué trata la película El Baile de los 41?
Para aquellos poco informados sobre la historia del colectivo mexicano LGBT+ (sí, porque, tristemente, aunque las nuevas generaciones exigen su derecho a no ocultar quiénes son y combatan abiertamente la disciminación pública –y está genial que lo hagan–, carecen de conocimiento sobre los hechos que les permiten gozar hoy en día de tal avance social), el “Baile de los 41 Maricones”, como también se le conoció a este suceso ocurrido en 1901 durante el Porfiriato, fue una redada en la ahora llamada CDMX contra un baile privado en el que partipaban 21 hombres vestidos de mujeres y otros 21 como hombres, durante el cual los asistentes fueron arrestados injustamente por la policía y, entre ellos, estaba el yerno del presidente Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, quien fue borrado, a voluntad del mandatario, de la lista de detenidos. De ahí que tus cuentas mentales den como resultado 41 y no 42, como debieron realmente haber sido registrados.
Pero no es spoiler pues, como te imaginarás, de esto trata esta película dirigida por David Pablos (La vida después y Las elegidas), protagonizada por Alfonso Herrera como “Nachito” –así se le conocía también al “Yerno de la Nación” y del presidente– y Emiliano Zurita como Evaristo Rivas, el amante de Ignacio en el filme; actúa también Mabel Cadena como Amada Díaz, hija de Don Porfirio y esposa engañada por este protagónico de tintes machistas pero reprimido bajo una sociedad homofóbica en la que le tocó vivir, pero también nublado por sus intereses personales enfocados en una carrera política; o al menos eso es lo que nos cuenta esta historia llevada al cine por la productora Canana Films.
Eso sí, si estás esperando lecciones de historia de México a través de la película, eso no encontrarás en este largometraje que fue creado, en parte, con el estímulo fiscal Eficine. Y es que está más centrado en la vida personal y amorosa del protagónico interpretado por Herrera y la represión pública de su homosexualidad, que en contarnos sobre los sucesos políticos o sociales de la época. Y esto no está mal pues El Baile de los 41 es una historia de amor expresada de una forma contenida y discreta –por momentos quieta y pausada–, pero muy artística, desde la visión del director y su guionista, Monika Revilla (La Casa de las Flores y Alguien Tiene que Morir).
Y no, curiosamente, el famoso baile tampoco termina por ser lo principal en la historia.
¿Vale la pena ver esta película basada en hechos reales?
La respuesta es un rotundo sí. Como mencioné durante la primera parte del podcast sobre Películas LGBT+ (sobre hombres) de guiones adaptados, son varias las razones para ver El Baile de los 41, y aquí van las principales:
Los aspectos técnicos cinematográficos.
Tienes que verla en una sala de cine (lo siento, Netflix y demás plataformas de contenido on demand, jamás se comparará la experiencia visual y auditiva de una pantalla de televisión o un dispositivo portátil) porque el sonido y la música se vuelven parte esencial de la historia. Son estos elementos los que mueven emociones y te guían respecto al sentir de cada personaje durante las escenas; desde el ruido de la gente en una fiesta sexual o el aislante silencio de sus protagonistas en un beso, o el incómodo y monótono tic tac de un reloj de un habitación o una intensa melodía in crescendo en un baile de salón, lo que escuchas en este filme hará que te adentres más y más en el relato.
Por otro lado, también están la fotografía, tomas y encuadres acertadamente estructurados, además de las bellas locaciones y sets, así como el impecable vestuario, que fueron perfectamente retratados en la pantalla grande para ambientarnos en un elegante y refinado 1901, recordándonos que no sólo Carla Estrada sabe traducir en imágenes detalladas las secuencias de un guión para una historia de época.
Ahora bien, si para cuando leas esta nota ya no alcanzaste a verla en el cine, sube todo el volumen y trata de verla en una pantalla grande para que disfrutes la experiencia completa de la película.
El trabajo actoral de Poncho Herrera, Emiliano Zurita y Mabel Cadena.
Este filme deja claro por qué Alfonso no es más ese chico RBD que pretendía cantar bien; desde su trabajo en la serie de televisión Sense8 de Netflix, ya nos demostraba que podía interpretar otro tipo de personajes más serios y profundos; y aquí no es la excepción. Algunas críticas dicen que le faltó interpretación, y yo no me atrevería a decir que es EL papel de su carrera actoral, pero sí es un excelente escalón hacia algo más elevado. Y si no me crees, dime si no te transmite el repudio, pero también enojo y tristeza, cuando mantiene “obligatoriamente” relaciones sexuales con su esposa.
Pero también sus coestelares, Zurita y Cadena, destacan por los mismos motivos: por un lado, Emiliano, como Evaristo, encarna a un hombre quizá más liberal que Ignacio, pero que aún así debe mantenerse a raya con el fuerte deseo que siente para cuidar las apariencias; pero la forma en que se entrega –durante los besos, por ejemplo– cuando en privado puede estar con su amado, pocos actores heterosexuales consiguen traerlo a la pantalla. En tanto, Mabel encarna en propia piel esas terribles ganas de intimidad física y emocional de una esposa que es despreciada por su marido, pero mediante un arco de personaje que la lleva de mujer ingenua a sutil verdugo. Bien por todos ellos.
La notable creatividad del director mexicano David Pablos
Si ya viste Las Elegidas, conoces el estilo en dirección de Pablos: intensamente reservado y discreto mientras te lleva durante la mayor parte de la historia, pero emocionalmente crudo durante el clímax y los finales; es como un volcán latente que sabes que en cualquier momento hará erupción, pero cuando lo hace, ocurre de una forma menos explosiva como lo harían otros directores mexicanos, pero no por esto, menos contundente y dolorosa. Y eso pasa también aquí.
Pero lo que me gusta de la dirección de Pablos en El Baile de los 41 es que sabe ser sumamente cuidadoso con la estética de su lenguaje cinematográfico y lo fusiona con las fuerzas interpretativas del equipo actoral que coordina ante las cámaras, para darnos un producto confeccionado de tal forma que, cuando termina la película, te sientes como si usaras un esmoquin o vestido largo de gala, pero manchado de sangre: tan elegante en apariencia, pero que inevitablemente ha sido corrompido en las entrañas.
Por cierto, como es de esperarse, la gran escena del baile es el pináculo en el que todos los elementos técnicos e interpretativos de la película reunidos por Pablos se entremezclan para un resultado abrumadoramente emocional.
Sin duda, la huella de David irá dejando su rastro en la historia del cine mexicano. Y, de hecho, también aquí vemos ese sello muy de su estilo: las tomas viendo hacia la cámara, estilo retrato, de los personajes, y que también usa en Las Elegidas.
El Baile de los 41 es una película mexicana, orgullosamente.
Y aquí habla totalmente mi espíritu nacionalista, pero es un verdadero gusto pagar en taquilla 75 pesos para apreciar una proyecto cinematográfico tan bien hecho, dirigido y actuado que te hace decir: esto sí es cine mexicano de calidad. Además, te muestra ese otro aspecto de México –aunque aquí sea un guiño hacia el pasado– con narrativas diferentes en las que la pobreza extrema, la delincuencia o el crimen organizado no son los centros del relato.
Definitivamente, un gran añadido al acervo fílmico mexicano. Y que no debes dejar de ver.
Curiosidades de El Baile de los 41
- Si ya la viste, seguro te preguntarás para qué eran los boletos del sorteo que uno de los personajes entregaba a los asistentes durante el famoso baile; bueno, pues el premio de la noche, aunque no lo cuentan en la película, y como era costumbre, se trataba de un encuentro con un trabajador sexual, según los datos históricos.
- Se dice que la película será parte del catálogo de Netflix en 2021.
- Gracias a este proyecto de guión, Monika Revilla recibió el apoyo de la beca Jóvenes Creadores del ahora desaparecido FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) en el periodo 2014/2015. Y, en sus primeros borradores, Ignacio conocía a un Evaristo de 20 años de edad, cuando éste lo atendía como un empleado en el tocador de hombres.
- Curiosamente, David Pablos también fue parte de los seleccionados a este fideicomiso en dicho periodo por su proyecto Lo que dejo atrás, también de temática gay.
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